Los Archivos Perdidos


lunes, 7 de octubre de 2013

Las Batallas en el Desierto

Carlos, narrador y personaje principal de la novela, cuenta la historia de un amor imposible, el amor de un niño a una señora, un amor incomprendido por las personas que lo rodean, las cuales piensan que su amor más bien es una enfermedad o un berrinche.

La historia se lleva a cabo en aquél maravilloso palacio flotante que es la ciudad de México, alrededor de los años 50’s en el gobierno de Miguel Alemán, un país después de la Guerra. El desarrollo tecnológico se hace presente con la llegada de diversos electrodomésticos; desde entonces hasta ahora, prevalece el sueño de alcanzar un desarrollo económico de plenitud y bienestar; la corrupción al igual que ahora se hace presente con el enriquecimiento sin límite y apresurado de unos y la pobreza de la mayoría. Mientras que en el vocabulario se comenzaban a adoptar algunos anglicismos y el deseo de ser estadounidense crece, probablemente en estos años comenzaron a surgir los primeros gringos nacidos en México.

Carlos asiste a  una escuela donde molestar a los demás niños por ser diferentes es el ‘deporte’ favorito de los alumnos, aquellos que heredaban el odio de sus padres. Tal es el caso de Toru un pequeño Japonés que creció en un campo de concentración; o Rosales y Peralta dos niños becados que vivían en las vecindades de "Los Doctores", pero Carlos que era un niño muy empático no le gustaba participar en las burlas. Mondragón, el director, resulta ser un buen profesor preocupado por la actitud que tomaban los niños que serían "el México el futuro". 

Los niños, que no sabían con conciencia qué significaba la guerra, como si se tratara de un programa de televisión para imitar, les encantaba jugar a ‘Las batallas en el Desierto’ en aquél rojo patio de su escuela donde niños de diferentes etnias se enfrentaban.
Aquí en la escuela es donde Jim y Carlos se hacen amigos. Jim un niño de clase media-alta hijo de un funcionario público muy cercano al Presidente de aquél entonces Miguel Alemán, siempre presumía de su padre cuando llevaban a los chicos de las escuelas a los eventos en los que Miguel Alemán inauguraba monumentos inconclusos. Vivía en un departamento con su madre; los prejuicios y críticas de la sociedad eran (siguen siendo) la actividad favorita de los mexicanos, y la mamá de Jim era una víctima más de ellos, la criticaban por el lugar donde vivía y para los demás Mariana era la “querida” de aquel señor,  era una chica de 28 años muy guapa.

Carlos es habitante de la legendaria Colonia Roma, vive con su familia, muy numerosa, tanto que no podría invitar a sus amigos por falta de espacio. Su madre, una ama de casa un poco triste, dedicada día y noche al aseo y cuidado de su casa y familia, deseosa de adquirir los electrodomésticos más modernos. Su padre, un señor dedicado a su fábrica de jabones que trata de sobrevivir a la conquista del mercado por parte de las empresas americanas. Héctor, su hermano mayor, una  mala influencia  para cualquier joven, amante de billares y cantinas, cliente frecuente de burdeles. Su pasión eran las mujeres, los autos y la política.

Jim invitó a Carlitos a merendar a su casa, ahí conoció a Mariana y pasó lo que uno siente cuando el sistema límbico hace de las suyas y altera nuestros sentimientos, cuando nuestro inconsciente lucha contra nuestra parte  consciente para llegar a una simple pero dolorosa conclusión: Un amor imposible. Mariana tomó la mano de Carlos, así él conoció lo que era el amor y ese sentir inexplicable.
Jim y Carlos jugaron, el segundo se sorprendió ante los juguetes y comics de Jim, cuando la merienda estuvo lista, Mariana llamó a ambos niños. Ahí estaba Carlos, deseando entablar una conversación a través de miradas con ella, no quería darle una mala impresión y se portó de una forma muy educada durante la merienda. Charlaron con las preguntas típicas que hace una madre al amigo de su hijo.
Pasan semanas y Carlos se pregunta cómo pudo enamorarse de ella, busca cualquier pretexto para hablar de ella con Jim y hace todo lo posible por verla.

Oye Carlos, ¿Por qué tuviste que salirte de la escuela esta mañana?
Un día nublado, como los que le encantan, estaba en la escuela, Mondragón les daba clase y ya no resistió más, pidió permiso para ir al baño. Se escapó.

¿Por qué tuviste que decirle que la amabas a Mariana?
Llegó al departamento cuatro. Tocó. Ahí estaba ella, una hermosa Mariana  que se encontraba afeitándose.  Por accidente Carlos vio su sexo escondido entre el kimono que llevaba puesto. Ella preocupada le preguntó  qué pasaba, si algo estaba mal. “Nada” respondió. Después de un ligero interrogatorio por parte de Mariana, Carlos al fin confesó, “Lo que vengo a decirle señora es que estoy enamorado de usted.” A partir de ahora, Carlos no sólo está enamorado de forma espiritual sino también la desea desde un punto sexual. Mariana explicó sus razones por las cuales eso no podía ser realidad, tal como Carlos lo había pronosticado. Ninguna Esperanza.

Regresó a su casa con la excusa de que se sentía enfermo pero el profesor ya había llamado a sus padres, Jim afirmó que seguro había visitado a su madre y su madre lo confirmó pero quiso ocultar lo ocurrido con una tonta mentira. Jim explicó todo lo que sucedía, Jim ya se había dado cuenta del amor de Carlos y lo denunció ante su profesor.  Mondragón se encargó de que sus padres de Carlos se enteraran. En la escuela se corrió el rumor y en tu clase todo mundo se enteró.

En tu casa mamá te preguntó si fue tu hermano quien te indujo, o peor aún, fue Mariana sí, fue ella quien te lo propuso.
Sus padres lo trataron como un monstruo, un enfermo,  como si hubiera hecho algo realmente malo. Su madre no podía creer lo que sucedía con su “familia perfecta” incluso pensaron que Héctor había sido cómplice, a Mariana la tomó como una cortesana que seguro había sonsacado a su hijo a hacer tal atrocidad.
Lo obligaron a confesarse en la iglesia que guardaba el recuerdo de distintas etapas en la vida de Carlos. El Padre Ferrán lo cuestionó de una forma muy morbosa, (Típica en los curas pedófilos de nuestros tiempos) e indujo a Carlos a provocar el “derrame” cuando llegó a su casa, sin embargo no lo intentó pues él sabía que es algo que la iglesia considera un acto sucio y prefirió ponerse a rezar por su pecado. Pero, ¿Cuál fue su pecado? Sin duda fue enamorarse.

Papá dijo "este niño no es normal, será mejor llevarlo al hospital".
Por la noche llevaron a Carlos al Psiquiatra donde lo interrogaron para sacar una conclusión: Buscaba el afecto familiar del que carecía en otras personas. Un simple berrinche para llamar la atención. Sólo Héctor pensaba que lo que había hecho no era malo, sin embargo veía el “error” de Carlos como una excelente forma de iniciar su sexualidad.

Por alto que esté el cielo en el mundo…
Pasó el tiempo, cambió la vida de Carlos. Creció. Su padre ya no tenía la fábrica de Jabones, pero ahora era gerente en una empresa norteamericana (La conquista del mecardo norteamericano sobre las empresas mexicanas, triunfó.), Héctor ahora era un buen hombre y trabajaba en la Universidad de Chicago y las hermanas de Carlos en Texas, él tuvo que cambiarse de escuela.

Por hondo que sea el mar profundo…
El día menos esperado se encontró con Rosales vendiendo chicles en un camión, Carlos lo siguió y platicaron, hasta que le contó que en la escuela todos se enteraron sobre su caso, pero lo peor era que Mariana se había suicidado por problemas con el “señor” que resultó que no era papá de Jim. Todos se enteraron de eso, sin embargo les prohibieron comentarlo con los demás.  Carlos no podía creerlo y fue a buscar a Mariana. Tocó en cada departamento pero nadie la conocía, nadie sabía nada de ella ni de Jim.

No habrá una barrera en el mundo que mi amor profundo no rompa por ti.
Carlos se fue a vivir a Nueva York sin saber qué había pasado con Mariana, nunca supo cuánta veracidad existía en la historia que le contaron. Nunca supo si estaba viva o muerta. A pesar de todo, Carlos sólo se arrepiente de haber confesado sentir, pero nunca de haberse enamorado de Mariana. 



Por: C.Carrillo.

jueves, 6 de junio de 2013

Ayer se hicieron cuatro años de esta tragedia y yo quiero compartirles un cuento de Armando dedicado a estos Angelitos. 

CALOR

A los angelitos del ABC

María jamás pensó en viajar a la ciudad de México. Se decían cosas tan amenazantes de esa megalópolis que daba miedo pensar en caminar por sus calles repletas de asaltantes, taxis secuestradores y espesas neblinas de smog, Allí uno se podía extraviar sin que nadie le ayudara a salir del atolladero. Los chilangos suelen ser gente hosca , desconfiada, y los hombres acosan a las chicas fuereñas.Además llovía mucho y el frío hacía titiritar a sus habitantes.
   Que el DF se quedara donde estaba, ella era feliz mirando por las tardes el cielo azulísimo de Hermosillo. A veces despotricaba por el calorón que se dejaba caer en la ciudad durante el verano, provocando la sensación de estar junto a una estufa de horno abierto a toda lumbre. Pero con un buen aire acondicionado y no saliendo cuando el Sol caía a plomo, todo se arreglaba. Más aún, ella era una mujer de altas temperaturas.  Estaba orgullosa de su fuerza para soportar el calor del desierto, y esperaba que su hijita Ximena heredara este gen inmune a las canículas. Y todo parecía indicar que sí, pues a sus tres años la pequeña jamás se quejaba del sol que horneaba, del aire que asa..., pero hubo un calor que su pequeño cuerpo no aguantó. El calor mortal de un fuego enloquecido. 
     Ximena era muy risueña y reía a carcajadas mientras jugaba con su ranita de peluche. Sonreía cuando veía a Dora la Exploradora en la tele, sonrió tímida cuando la treparon en un poni para la foto del recuerdo, sonreía cuando arrastraba sillas y bailaba, cuando recitaba los colores. Sonreían cuando la metían a la tina para refrescarla del bochorno de las horas de Junio. 
    Después del incendio en la guardería, Ximena ya no sonrió. Luchó dieciséis días contra los daños que le causara el calos monstruoso que la abrazó dentro de su cuna mientras dormía una siesta. Fue un cinco de Junio. Otros cuarenta y siete niños habían muerto, otros tantos agonizaban. 
    Un mes después de que Hermosillo reventara por un calor mortal provocado por la estupidez y la avaricia de un puñado de ladrones, como en un sueño que era la prolongación de la pesadilla de ver agonizar a Ximena, María, su madre, estaba en la Ciudad de México. La habían traído para participar en una manifestación que se solidarizaría con ella y los demás papás de Hermosillo. María dudó en venir, desconfiaba, y aún así la convencieron de ir al monstruoso DF. Y quizá porque aquel fuera un día especial, porque caminaba a media calle, junto a cientos de personas que la acompañaban en su luto, María dejó de sentir miedo.  Y bajó por la sonriente avenida Reforma, harta de álamos y sauces tupidos y frescos, y vio a Tláloc con su rostro despedazado. Y sintió un calor que no era de muerte ni de desierto: el calor de la gente de esta ciudad terrible y amorosa, y se reconfortó. El calor de la gente que caminaba junto a ella, para evitar que se repitiera lo que le había ocurrido a su hermosa Ximena.
     María se echó a llorar, y la ciudad la abrazó, la abrazó su gente que tal vez sea hosca y desconfiada, pero que acude sin ser llamada como la sangre a la herida. 

Armando Vega-Gil / La ciudad de los ojos invisibles (2011)

sábado, 25 de mayo de 2013


¡Hola! Aprovechando que en dos días es el aniversario de los Tacvbos, quisiera compartirles este cuento de Armando Vega-gil el bajista de Botellita de Jerez (Los que escribieron Alármala de tos), es sobre el concierto de los 20 años de Café Tacvba. Espero que les guste y los invitamos a unirse a Fans del Guacarrock. :) 

KARMA Y DARMA 
Las dos entradas de súper cortesía me las había conectado el propio Rubén Albarrán, Gallo Gas, para la celebración de los 20 años de Café Tacvba en el Foro Sol. Como soy vergonzoso y lento, se las pedí demasiado tarde, así que lo único que me pudo conseguir fue un par de modesos lugarcitos en las gradas nororiente lejos, muy lejos del escenrio. Uno de estos boletos, el más urgente, era para Lola, quien moría por ir al concierto y estaba a punto de no lograrlo.
      Llegó el día del toquín y allí estaba yo, emocionado y nerviosillo por reencontrarme con mi amiga después de hacia más de un año, a la entrada del Foro en un maremágnum engentante de ochenta mil personas, con los billetes visiblemente en mi mano, atrayendo la mirada obtusa y el olfato carroñero de los revendedores, cuando Lola me llamó al cel: a última hora había conseguido un pase (¡nomás uno...para ella solita, uf!) en un lugar privilegiado, abajito del escenario, sección A, por lo que mi oferta quedó rebasada por el menosprecio. 
     La frustración me cegó, ¡me lleva la chifosca!, justo cuando un revendedor pirata me preguntó en abordaje frontal por ese boleto de sobra. En realidad no lo necesitaba más, peor aún y por despecho quería deshacerme de él cuanto antes, pero le contesté al saqueador que no estaba en venta el ticket desairado.
   —Te doy 200 varos por tu boleto —me dijo el tipo, pero yo no podía vendérselo porque era un obsequio del propio Élfego Buendía lleno de cariño: un símbolo, un reconocimiento. 
   —Te doy 300.
   —¡No!, no es correcto, además los detesto a ustedes, revendedor de mierda —esta última idea nomás la musité a volumen cero. 
   —Te doy 500.
   ¡Templanza, Armando, templanza!
   —Órales, mai, van 800 por tu boleto... —y doña Avaricia posó su pie llegado en mis sesos. Mucha lana a cambio de nada. Se lo extendí; pero, volviéndose a uno y otro lado, como quien va a cometer un crimen, cosa que era cierta, me dijo que el bisnes no era allí. 
   —Sígueme.
   Caminamos un trecho largo, rumbo a un descampado lateral a la pista del autódromo Hermanos Rodríguez. Comencé a temer por el karma gordo y denso que iba acumulando a cada paso: seguro el tipo me iba a asaltar a punta de tubazos por nuca y panza. No podía salir nada bueno de aquella cochina transacción, pero yo seguía tenaz al zopilote cacarizo rumbo al matadero revendible.
     De pronto, nos detuvimos frente a una pareja de guapos treintones vestidos a la moda Zara: ella tenía gesto de desolación; él de impaciencia. El revendedor se les acercó al tiro.
    —Ya les conseguí la entrada, son 1500 pesos.
    ¿Qué? ¡El Chacal se iba a ganar 700 volovanes a cambio de pastorear nomás un mugre boleto con valor de cero pesos, cero centavos!
    —¡No me chingues! —nomás pensé, que andaba yo muy calladito. 
    El bien peinadito impaciente ya le extendía los billetes al zopilote cacarizo, cuando un pudor calientísimo me ardió como agua fuerte en las mejillas: iban a sablear malmadremente a esa pobre parejita desesperada y yo sería cómplice pasivo: el que le agarra la pata a la vaca mientras el otro la mata.
    —¡N...no, mejor no le vendo nada! —grité en doble negación, y el cácaro me miró perplejo; pensé que iba a partirme el hocico  porque lo vi apretar los puños nudillosos y pelados, así que retrocedí de un brinco olímpico y me alejé de prisa, corriendito. 
     Las piernas me temblaban, así que me recargué en un tambo, con la mirada perdida, cuando una nueva parejita, esta de chicos emo y moda Tianguis del Chopo, se me acercó al verme solo con dos boletos en mano. 
     —¿Nos vende uno? —me habló de usted—. Es que mi chava no alcanzó a...
     No lo dejé terminar la frase. Le extendí el boleto así nomás. 
     —¿Cuánto es?
     —Nada —le respondí—, se los regalo.
     Ellos estallaron de alegría y yo descansé.
     Pero, ¿cómo, por qué?
     Les iba a decir que les daba el boleto a cambio de un grito feroz y exagerado si era que los tacvbos tocaban «Alármala de tos», pero la parejita no tendría idea de que Botellita de Jerez, mi vieja banda, alguna vez había existido y mucho menos de que con ella habíamos compuesto la dicha rola alarmante detrás de la noche de los tiempos. 
    Y ya avanzábamos por los ríos de gente, los ríos de huesos y de carne, cuando ahora la chavita emo me alcanzó.
    —¿Te puedo cambiar mi boleto por el otro que tienes para que mi novio y yo podamos estar juntos?
    ¡Claro!, y me los imaginé tomados de la mano, felices, dándose besitos mientras cantaban ¡me he enamorado de una chica banda! El boleto que me dio en el trueque postrero era para un lugarcito que quedaba aún más lejos del escenario, a cuyo pie estaría Lola baile y baile pues el concierto había comenzado y todos los marchantes corríamos ya por los pasillos para no perdernos nada. 
      Al entrar a la zona de gradas y sus escaleras interminables, alguien más, vestido a lo Suburbia, se me aproximó atraído por el imán en el que yo me había transformado. 
     —¿Sabes? —me dijo agitado—, mi novia está en esta zona de gradas y quiero estar con ella —¡ah, el amor! así que te cambio mi boleto por el tuyo. Mira el mío es de hasta adelante y...
    ¡Zas!, de golpe, ahí estaba yo, entre los apretones de ese mentado río humano que me arrastró con voluntad propia al pie del escenario, justo cuando Rubén dijo:
    —Esta canción se la dedicamos a Armando que anda por ahí —y rompieron con «Alármala de tos».
    La banda comenzó a brincar feliz, libre, desmadrosa.
    —Nadie va a saber a quién se refiere con eso de Armando, ni los emo ni la pareja Zara ni el revendedor ni el carnal del último trueque  —pensé desolado, todavía en voz baja, cuando un abrazo me envolvió por la espalda. Era Lola que me limpió las lágrimas emocionadas que me brotaron generosas por la dedicatoria del cantante Rita Cantalagua. 
     Entonces Lola se hechó a bailar y yo con ella en un baño de darma sudoroso, en la frontera de un revendedor karmático y la sección A del Foro Sol.  

miércoles, 3 de abril de 2013

Abrazar un árbol - Armando Vega-Gil


Un cuento de Armando Vega-Gil de su libro 'La Ciudad de los ojos invisibles' dedicado a su gran amigo el Sr. González, también les dejo la rola que Rafa le compuso a su árbol.


ABRAZAR UN ÁRBOL


Rafael estaba feliz con su departamento arbolado, a pesar incluso de la mala sangre de algunos vecinos que enturbiaban el ambiente con sus rostros amargos y voces de aguijón.
     Sembrada en la tercera planta, la pared sur de su piso era un ventanal enorme que daba a una callecita aledaña a los Viveros de Coyoacán. Por las mañanas, él salía a correr bajo aquellas frondas de ahuehuetes y fresnos que por las noches sugerían danzas aún más voluptuosas que las de cualquier table dance para burócratas indolentes, lo que vitalizaba su destrabada vida sexual de recién divorciado. La pared oriente, la de su recámara, daba a una extensión virtual de los Viveros que estallaba en la copa inmensa de un sauce solitario y frondoso plantado en un patio compartio con otros edificios. Y era tan espeso el follaje, y daba tan de frente a su ventana, apartando sus intimidades de la vista de los chismosos, que no necesitaba usar cortinas, por lo que, sin reparo, podían andar desnudos por su hogar él y sus amigas. Adán en su paraíso. De hecho, por un misterio que agradecía a los dioses -en los cuales no creía, pues se proclamaba agnóstico-, Madrid, la callecita angosta que daba a su casa, apenas unos metros a la izquierda cambiaba abruptamente el sentido de su único carril, por lo que el pesado tránsito de la región se cancelaba allí mismo. 
      Y nombró Saúl al sauce aquél en un acto hierático y provocador, pues había luchado contra un grupo de vecinos miopes que querían derribarlo desde hacía más de un año para ampliar el estacionamiento.
     -¿Cómo pueden ser tan idiotas? -se decía-, si lo que falta en la ciudad son árboles que purifiquen el aire y lo que sobran son carros que lo envenenan.
      Y fue tan coherente con su decisión, que le regaló su Mini Cooper a un primo de Guanajuato y se consiguió una bicicleta Benotto Launge muy simpática.
      El día que hizo este ritual ecologista se quedó toda la tarde tumbado en la casa con una amiga muy querida, viendo a Saul a través de la ventana.
     María era una mística, militante fanática del reiki y el yoga kundalini.
     -Si lo queres tanto -dijo ella, retando el descreimiento de Rafa- vístete y sal a darle un abrazo. Eso te conectará a la tierra. Ya es hora de que vayas creyendo en algún Dios.
     Y, claro, Rafael no lo hizo.
     Por eso fue tan duro y demoledor el golpe conectado en directo a su corazón cuando, regresando de una gira, encontró su ventana oriente abierta a la mirada inquisitorial de los vecinos que habían aprovechado la ausencia del roquero sospechoso para talar al ras del suelo a Saúl. Rafa hizo un escándalo tremendo, pateó puertas, rompió a pedrada limpia dos ventanas, se agarró a moquetazos con uno. El pleito llegó a una sala de la delegación y terminó en nada.Por la noche, Rafael se fue a llorar a la mesa mutilada del tronco arrebatado. De pronto, en un rincón, Rafa vio una minúscula rama que el señor de la basura no había secuestrado: era un bracito de Saúl.
     Rafael lo subió de prisa a su departamento, lo puso en un vaso de agua y le telefoneó a María para salvar el rastro del árbol. El ritual fue sencillo: Rafa abrazó la pequeña rama y le cantó hasta la madrugada.
     Un año después, la ramita es una señora rama que ha echado raices hidropónicas, y Rafa espera con paciencia el día en que pueda trasplantarla para, en un descuido de sus estúpidos vecinos, abrir a sangre y fuego un boquete en medio del estacionamien o y sembrar allí al hijo de Saúl, quien, dentro de cincuenta años, hará posible que las nietas de Rafa quiten las cortinas de la recámara oriente del abuelo y puedan andar desnudas con sus novios, a ventana abierta, lejos de las miradas turbias de los enemigos de la libertad y los paraísos.

(Armando Vega-Gil / La Ciudad de los ojos invisibles(2011))

SR. ÁRBOL - SR. GONZÁLEZ



sábado, 21 de julio de 2012

Forjando Patria (1994)

Forjando Patria es un disco de Botellita de Jerez de 1994, ahora en la disquera Culebra.
Este disco tiene letras muy interesantes, un claro ejemplo es "El Laberinto de la Soledad" con clara alusión a ese grande: Octavio Paz. Aparece una nueva versión de "¡Chin, pun cuaz!". Entre muchas otras cosas.


En éste ya no participa Benjamín Alarcon, haciendo que el  disco tenga la participación de:

-Armando Vega-Gil
-Santiago Ojeda

-Francisco Barrios
-Señor Gonzalez

Incluye las rolas:
1.- Vamos a la alberca 
2.- La valona de la conquista 
3.- San U2ky 
4.- Luna misteriosa 
5.- Return to Aztlan 
6.- Guadalupe 
7.- El Laberinto de la soledad 
8.- El Santos contra la Tetona Mendoza 
9.- Basura 
10.- Soy y no soy 
11.- Chin, Pun, Cuaz! 
12.- Contracorriente 
13.- Basura Plus! 
14.- El Ropavejero 
15.- Forjando Patria 


Aquí el bendito link para descargarlo muy deseado por todos ustedes:
(Cualquier problema con el link, avísenme en un comentario y los cambio) :]

http://www.mediafire.com/?g4lkbkp1fbno516
http://www.mediafire.com/'g4lkbkpfbno56


¡Lo mejor es darle duro al Guacarrock!


viernes, 20 de abril de 2012

Poema 20 - Pablo Neruda


Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,  

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos". 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.  

Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.  

La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería.  

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.  

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.  

Y el verso cae al alma como pasto el rocío. 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.  

La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.  

Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca.  

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.  

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.  

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.  

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.  

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,  

mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,  

y éstos sean los últimos versos que yo le escribo. 

jueves, 19 de abril de 2012

Te necesito, pequeña, para hacerte picadillo.



Don't Leave Me Now 



Escrita por: Roger Waters 
Voces de: Waters




Te necesito, pequeña, para hacerte picadillo 

Tras la presentación de los proyectos de Roger Waters para el nuevo 
album de la banda, existían numerosos demos que fueron dando forma a 
la depresiva historia THE WALL. La metáfora del muro que se construye 
ladrillo a ladrillo a medida que se presentan las barreras sociales del protagonista 
llega al clímax en su construcción al plantear la triste idea 
del alejamiento de la pareja. De eso trata Don't Leave Me Now. 

A medida que transcuye la historia, se han presentado las barreras por un padre 
ausente, por la madre sobreprotectora, por la ausencia de un futuro limpio, 
por la incapacidad de autosatisfacción y por las ácidas formas 
de educación. Así, el panorama no es muy auspicioso para demostrar, 
que además de todos estos obstáculos de incomunicación 
con la sociedad, debiese enfrentarse la infidelidad de la pareja. 

Si bien la soledad se maneja en toda la lírica del album, en Don't Leave 
Me Now y Nobody Home llega a su parte mas depresiva. El sentimiento de arraigo 
hacia lo poco que abriga al protagonista es patético, y lo transforma 
en un ser debil que se mueve segun la marea de emociones negativas que siente. 

Para dar forma a este lamento, Roger Waters lo escribió a capela, y 
luego fue agregando los elementos musicales. Estos elementos musicales eran 
un respiro acompañado por un piano en dos notas, para luego dar paso 
a las frases tristes de Waters. El tema es rematado con una guitarra en 3 notas 
y una bateria y un coro que acompaña la caída por este flujo de 
penas. 

Para la sesión del tema Roger Waters hace la voz y el bajo, Gilmour 
la guitarra y las voces que dicen "Ooooh Babe", Nick Mason hace la 
percusión y los teclados son llevados por Fred Mandell y el piano por 
Peter Woods. 

Al comienzo del tema es posible oír como unos suspiros van dando ritmo 
y parsimonia a la canción. Los suspiros como este fueron ocupados primeramente 
en 1969 para Quicksilver y Oenone, asi como para Sleeping en vivo. 

La sección de órgano al medio de Sheep también se siente 
como acorde en el teclado de Mandell y la linea de bajo muy usada en The Wall 
en temas como The Happiest Days Of Our Lives, Another Brick in The Wall Part 
1, Run Like Hell, Young Lust, Empty Spaces y en los Last Few Bricks de The Wall 
en vivo se vuelve a manifestar para Don't Leave Me Now, claro que en esta última 
se hace con un eco de guitarra. 

Por otro lado, la melodía de Don't Leave Me Now, Waters la revisita 
en su primer album post Floyd (The Pros and Cons of Hitch Hiking) para4:39AM 
For The First Time Today Part 2, haciendo un coro y melodía muy similar 
al tema depresivo de THE WALL. 

Don't Leave Me Now, para la estructura de The Wall cumple un rol fundamental 
siendo el último ladrillo que se establece en la 1a parte del disco doble, 
dando paso al cierre de este lado con Another Brick in the Wall, y así 
abriendo la puerta para la 2a cara donde se expresa la soledad y caída 
de Pinky.