Los Archivos Perdidos
sábado, 25 de mayo de 2013
¡Hola! Aprovechando que en dos días es el aniversario de los Tacvbos, quisiera compartirles este cuento de Armando Vega-gil el bajista de Botellita de Jerez (Los que escribieron Alármala de tos), es sobre el concierto de los 20 años de Café Tacvba. Espero que les guste y los invitamos a unirse a Fans del Guacarrock. :)
KARMA Y DARMA
Las dos entradas de súper cortesía me las había conectado el propio Rubén Albarrán, Gallo Gas, para la celebración de los 20 años de Café Tacvba en el Foro Sol. Como soy vergonzoso y lento, se las pedí demasiado tarde, así que lo único que me pudo conseguir fue un par de modesos lugarcitos en las gradas nororiente lejos, muy lejos del escenrio. Uno de estos boletos, el más urgente, era para Lola, quien moría por ir al concierto y estaba a punto de no lograrlo.
Llegó el día del toquín y allí estaba yo, emocionado y nerviosillo por reencontrarme con mi amiga después de hacia más de un año, a la entrada del Foro en un maremágnum engentante de ochenta mil personas, con los billetes visiblemente en mi mano, atrayendo la mirada obtusa y el olfato carroñero de los revendedores, cuando Lola me llamó al cel: a última hora había conseguido un pase (¡nomás uno...para ella solita, uf!) en un lugar privilegiado, abajito del escenario, sección A, por lo que mi oferta quedó rebasada por el menosprecio.
La frustración me cegó, ¡me lleva la chifosca!, justo cuando un revendedor pirata me preguntó en abordaje frontal por ese boleto de sobra. En realidad no lo necesitaba más, peor aún y por despecho quería deshacerme de él cuanto antes, pero le contesté al saqueador que no estaba en venta el ticket desairado.
—Te doy 200 varos por tu boleto —me dijo el tipo, pero yo no podía vendérselo porque era un obsequio del propio Élfego Buendía lleno de cariño: un símbolo, un reconocimiento.
—Te doy 300.
—¡No!, no es correcto, además los detesto a ustedes, revendedor de mierda —esta última idea nomás la musité a volumen cero.
—Te doy 500.
¡Templanza, Armando, templanza!
—Órales, mai, van 800 por tu boleto... —y doña Avaricia posó su pie llegado en mis sesos. Mucha lana a cambio de nada. Se lo extendí; pero, volviéndose a uno y otro lado, como quien va a cometer un crimen, cosa que era cierta, me dijo que el bisnes no era allí.
—Sígueme.
Caminamos un trecho largo, rumbo a un descampado lateral a la pista del autódromo Hermanos Rodríguez. Comencé a temer por el karma gordo y denso que iba acumulando a cada paso: seguro el tipo me iba a asaltar a punta de tubazos por nuca y panza. No podía salir nada bueno de aquella cochina transacción, pero yo seguía tenaz al zopilote cacarizo rumbo al matadero revendible.
De pronto, nos detuvimos frente a una pareja de guapos treintones vestidos a la moda Zara: ella tenía gesto de desolación; él de impaciencia. El revendedor se les acercó al tiro.
—Ya les conseguí la entrada, son 1500 pesos.
¿Qué? ¡El Chacal se iba a ganar 700 volovanes a cambio de pastorear nomás un mugre boleto con valor de cero pesos, cero centavos!
—¡No me chingues! —nomás pensé, que andaba yo muy calladito.
El bien peinadito impaciente ya le extendía los billetes al zopilote cacarizo, cuando un pudor calientísimo me ardió como agua fuerte en las mejillas: iban a sablear malmadremente a esa pobre parejita desesperada y yo sería cómplice pasivo: el que le agarra la pata a la vaca mientras el otro la mata.
—¡N...no, mejor no le vendo nada! —grité en doble negación, y el cácaro me miró perplejo; pensé que iba a partirme el hocico porque lo vi apretar los puños nudillosos y pelados, así que retrocedí de un brinco olímpico y me alejé de prisa, corriendito.
Las piernas me temblaban, así que me recargué en un tambo, con la mirada perdida, cuando una nueva parejita, esta de chicos emo y moda Tianguis del Chopo, se me acercó al verme solo con dos boletos en mano.
—¿Nos vende uno? —me habló de usted—. Es que mi chava no alcanzó a...
No lo dejé terminar la frase. Le extendí el boleto así nomás.
—¿Cuánto es?
—Nada —le respondí—, se los regalo.
Ellos estallaron de alegría y yo descansé.
Pero, ¿cómo, por qué?
Les iba a decir que les daba el boleto a cambio de un grito feroz y exagerado si era que los tacvbos tocaban «Alármala de tos», pero la parejita no tendría idea de que Botellita de Jerez, mi vieja banda, alguna vez había existido y mucho menos de que con ella habíamos compuesto la dicha rola alarmante detrás de la noche de los tiempos.
Y ya avanzábamos por los ríos de gente, los ríos de huesos y de carne, cuando ahora la chavita emo me alcanzó.
—¿Te puedo cambiar mi boleto por el otro que tienes para que mi novio y yo podamos estar juntos?
¡Claro!, y me los imaginé tomados de la mano, felices, dándose besitos mientras cantaban ¡me he enamorado de una chica banda! El boleto que me dio en el trueque postrero era para un lugarcito que quedaba aún más lejos del escenario, a cuyo pie estaría Lola baile y baile pues el concierto había comenzado y todos los marchantes corríamos ya por los pasillos para no perdernos nada.
Al entrar a la zona de gradas y sus escaleras interminables, alguien más, vestido a lo Suburbia, se me aproximó atraído por el imán en el que yo me había transformado.
—¿Sabes? —me dijo agitado—, mi novia está en esta zona de gradas y quiero estar con ella —¡ah, el amor! así que te cambio mi boleto por el tuyo. Mira el mío es de hasta adelante y...
¡Zas!, de golpe, ahí estaba yo, entre los apretones de ese mentado río humano que me arrastró con voluntad propia al pie del escenario, justo cuando Rubén dijo:
—Esta canción se la dedicamos a Armando que anda por ahí —y rompieron con «Alármala de tos».
La banda comenzó a brincar feliz, libre, desmadrosa.
—Nadie va a saber a quién se refiere con eso de Armando, ni los emo ni la pareja Zara ni el revendedor ni el carnal del último trueque —pensé desolado, todavía en voz baja, cuando un abrazo me envolvió por la espalda. Era Lola que me limpió las lágrimas emocionadas que me brotaron generosas por la dedicatoria del cantante Rita Cantalagua.
Entonces Lola se hechó a bailar y yo con ella en un baño de darma sudoroso, en la frontera de un revendedor karmático y la sección A del Foro Sol.
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